Frida Kahlo, un fenómeno cultural en Rusia
La mexicana Frida Kahlo se ha convertido en un auténtico fenómeno cultural en Rusia, pero no sólo por su obra, expuesta por primera vez en este país, sino por su transgresora personalidad, su relación con el revolucionario León Trotski y su idilio con el comunismo.
“En la historia seguramente solo figuras como Juana de Arco tenían esa energía, pasión, talento y amor por la vida.
Frida es única”, aseguró Vladímir Voronchenko, director del Museo Fabergé de San Petersburgo, organizador de la muestra.
Desde su inauguración el interés que han despertado los cuadros de la mexicana ha sido tal que diariamente se forman largas colas para acceder al museo, que acoge nueve de los famosos huevos de pascua hechos por Fabergé para la familia imperial rusa.
Las entradas por internet para los fines de semana y festivos se agotan nada más ponerse a la venta y el pequeño museo casi no da abasto para atender las miles de peticiones, quizás porque hasta ahora el único cuadro que habían visto los rusos era “Autorretrato con mono” expuesto en el Hemitage.
“No me ha sorprendido. La exposición estaba destinada a ser un éxito. Los rusos son un público muy culto y entendido en arte. El mismísimo Picasso dijo que Frida era una gran artista. Con eso, está dicho todo”, resaltó el director y coleccionista ruso.
Contra lo que pudiera esperarse, el público no se agolpa ante la estrella de la muestra, “Columna Rota”, desgarrador testimonio del grave accidente que Frida sufrió a los 18 años, que le llevó a sumergirse en la pintura y que moldeó su arrolladora personalidad.
“Su arte causa mucho dolor, lo que es muy atractivo, ya que en nuestras vidas también hay mucho dolor y cómo soportamos ese dolor es algo que depende ya de cada persona. Frida nos enseña a soportarlo con coraje”, señaló
Natalia, una economista de 60 años, que vio dos veces la película protagonizada por Salma Hayek, lo que le animó a acudir a la exposición.
Tampoco “Hospital Henry Ford”, cuadro el que recuerda el aborto sufrido en EE. UU. en 1932, o “Unos cuantos piquetitos”, sobre la violencia contra las mueres, atraen una atención desmesurada, ya que los rusos prefieren obras de menor crudeza y, al mismo tiempo, mayor realismo.
Por ejemplo, “Retrato de Doña Rosita Morillo”, una de las obras cumbre de su veta más realista, una abuela de luto y con mirada cansina que hace punto con un fondo de vegetación lujuriosa; “El camión”, un auténtico caleidoscopio de la sociedad mexicana en una parada de autobús, o “Retrato de Alicia Galant”, una de sus primeras obras y que ha sido catalogada como Surrealismo Naive.
Los asistentes, que desenvainan sus móviles a la menor ocasión para fotografiar las obras maestras de la mexicana, son en su mayoría mujeres, algunas de las cuales acudieron con niños, aunque la muestra, al contener desnudos, es para mayores de 18 años, ya que así lo exige la legislación rusa.
También gustaron mucho a los rusos “Retrato de Virginia”, una niña indígena representada de manera muy digna; y “Mi nana y yo”, donde una nodriza india con una máscara de la muerte amamanta a una Frida con cuerpo de bebé y rostro adulto.
“Frida es una artista que está muy centrada en si misma. Hay mucho narcisismo en su arte. Todo lo que pinta es sobre su tragedia, su cuerpo, ella misma. Ahora es normal, pero en los ideológicos años 20-30 del siglo XX era algo muy poco corriente”, comentó a Efe Alexandr, un fotógrafo profesional.
Pero es en la galería de fotos donde se puede ver la relación especial que Frida tuvo con Rusia y con el movimiento comunista, no en vano solía dibujar en las escayolas hoces y martillos en señal de rebeldía tras sus múltiples operaciones.
“Me pregunto porqué le gustaban tanto los comunistas. Nosotros también los quisimos mucho de niños, pero después nos decepcionamos. Yo creo que para Frida el comunismo no era más que un juego”, opinó Natalia.
En una foto aparece junto a Trotski, uno de los principales líderes de la revolución bolchevique, con el que mantuvo un apasionado romance en su casa de Coyoacán, donde el ruso vivió como huésped (1937-1939).
Al enterarse de la infidelidad, el marido de Frida, el prolífico y promiscuo muralista Diego Rivera, quien había intercedido para que México le concediera asilo, echó sin miramientos a Trotski, quien tuvo que mudarse a otra casa, donde sería asesinado pocos meses después por el español Román Mercader (1940).
Paradójicamente, Alexandr cree que la exposición de Frida se ha beneficiado del impacto de la actual crisis política y económica en Rusia, momento en que los rusos han decidido dedicar menos tiempo a ganar dinero y más a la cultura.